Tres poemas inéditos de Leopoldo María Panero

 

Nunca lloverá sobre mi tumba

Y nadie vendrá a llorar sobre mi tumba

Dibujando con versos, las sílabas de un cadáver

Que tuvo sólo, el nombre de la nada

El amor de un perro

Y las sílabas de un cadáver

Que amó la nada con las sílabas del can

Que como alguien dijo, en otra ocasión, «yo soy el hombre

Que sólo amaba a los perros», Raimond Chandler, lo dijo

Escribiendo, sobre la grupa de un caballo

Palabras sólo para los dioses

Cae mi pluma al suelo

Y se llene de cenizas mi balcón

Que tuvo sólo por nombre el espanto

Que es como una virgen contra el mundo

LEOPOL1

«Alguien se dará cuenta -Hölderlin lo dijo-

De lo redundante que es soñar visiones góticas

E incluso llegará algún día

Cuando caiga la página

En que nazca el terror de no tener

Ya nada en que babear

De tener ya sólo miedo de la vida

Y alegría de morir

Como una rata temblándome en la mano

Es pedirles a los hombres perdón por existir

Por implorar a la página desnuda como las rameras familiares

Que reptan sobre la página

Ah los hombres, los hombres huecos «The hollow men», Eliot lo dijo

Cerrando la ventana para que no sople el cierzo

Y no nos acechen los hombres, ni los muertos».

 

 

En cuanto a la tristeza como modo de venerar la libertad no libre del delirio

Diré lo mismo de otra forma porque la repetición es un señuelo casi inteligente

Ciertamente la mano polvorienta de un enano

Enseña a los hombres un pez

Significando la poesía

Que se opone bastardamente a la verdad

Que rumia aforismos en pie sobre las tumbas

Sobre las que llora el ruiseñor

Como una bruja significando el silencio

Con un vaso de placenta enemiga de la verdad

La poesía como un hombre enemigo del hombre

Azuzando a sus perros

Para que persigan la eternidad que venden los relojeros.

 

(Del libro inédito «Rosa enferma», que en otoño publicará Huerga & Fierro editores).

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