Fuerte Mosé: un santuario español para los esclavos que huían de los británicos

La historia de Fuerte Mosé se remonta a 1687, cuando España empezó a ofrecer asilo a los esclavos que huían de las colonias británicas (los llamados “cimarrones”). Estos huidos, a menudo, eran esclavos raptados por los británicos en África, y para ellos la Florida española se había convertido en un santuario, una puerta a la libertad.

En el Imperio español también existía la esclavitud, pero los esclavos españoles, por las leyes hispanas y las costumbres católicas, recibían mejor trato que los esclavos de las colonias británicas, pudiendo tener pertenencias propias y manteniendo la unidad de sus familias. Los cimarrones debían abrazar la fe católica y proteger el territorio.

Deseosos de vengar las penurias de su vida pasada y movidos por un sentimiento de gratitud hacia España, los milicianos de Francisco Menéndez, cimarrón al servicio de la Corona, juraron ser “los enemigos más crueles de los ingleses” y derramar hasta su “última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España y la Santa Fe”.

Los ingleses tomaron el fuerte y tras ser recuperado por tropas españolas, milicias negras e indios semínolas en 1740, quedó destruido, por lo que a los cimarrones se les permitió asentarse en San Agustín, con los mismos derechos que los españoles que residían en esa localidad.

El victimismo como estrategia globalista

En el pasado se vencía al enemigo por la fuerza, por estrategia militar, por perseverancia, destreza, diligencia, etc, y, dentro de la crueldad y violencia que entrañaba, había cierta nobleza en ello, pues ambos bandos tenían la oportunidad de medirse.

Ahora se doblega al rival haciéndole sentir culpable, no ya porque sus actos sean reprobables, sino por su misma existencia o su forma de ser (por ser hombre, blanco, heterosexual, europeo, cristiano y otros privilegios que van surgiendo) o por crímenes imaginarios (patriarcado, racismo, xenofobia, homofobia, machismo, etc) y de ese modo el rival se humilla solo. Ni siquiera se le da opción de defenderse.

Hemos pasado de una ética de la justicia a una moral del victimismo, de las virtudes masculinas a los defectos y excesos femeninos.