Doña Presunción de Inocencia

Con motivo de la reciente polémica generada acerca de las denuncias falsas por maltrato y del linchamiento de que son objeto quienes cuestionan las cifras oficiales por parte de todos los medios, que anteponen las hormonas a las neuronas y el discurso ideológico a la defensa de los derechos básicos, vuelvo a publicar tal cual este artículo que escribí en 2006, a poco de la aprobación de la ley de violencia de género, y que publiqué en mi libro «La mejor defensa es un buen ataque de risa»:

ley-de-igualdad

Desde enero de 2005, fecha de aprobación de la inútil y nefasta Ley de Violencia de Género, la mitad de la población española vive en libertad condicional, señalados permanentemente como asesinos en potencia, a falta de una simple denuncia de malos tratos, cuya veracidad o falsedad no es necesario comprobar.

Una simple denuncia puede llevar a situaciones límite (pérdida automática sin juicio previo del domicilio, de la familia, del patrimonio…), que no pueden sino engendrar más violencia. Miles de hombres inocentes o con el único delito de haberse separado de sus parejas ya lo han sufrido en sus carnes, víctimas de denuncias instrumentales, para las que no se contempla castigo alguno.

Esta ley no está hecha para lo que no sirve, sino para satisfacer las ínfulas ideológicas de un determinado feminismo acomodado al que le importa muy poco el sufrimiento de las mujeres verdaderamente maltratadas, que sólo es un medio para un fin.

Hace ya tiempo que el feminismo está corrupto hasta la médula de promocionarse a costa de rentabilizar publicitaria o políticamente las consecuencias de lo que se ha dado en llamar violencia de género. Nadie, ni ninguna ley, parará al hombre o mujer que, por el motivo que sea, ha tomado el camino de quitar la vida a otro ser humano, en cualquier caso ya existen leyes contra el asesinato.

La indigencia moral de sus defensores llega al ridículo extremo de borrar de forma sistemática cualquier otra forma de violencia doméstica que no encaje dentro del molde ideológico, como las agresiones de las hijas a sus madres, las de los padres hacia los niños, o negar que puedan existir también hombres maltratados o falsas denuncias, pues muy poco es lo que les importa la defensa de las víctimas de cualquier abuso, y demostrando de paso un desconocimiento de las relaciones humanas realmente abrumador.

La nueva ocurrencia del gobierno atenta directamente, caso peculiar en occidente, contra principios constitucionales como los de igualdad y no discriminación ante la ley, tutela judicial efectiva, amén de fundamentos del derecho penal como la presunción de inocencia, “in dubio pro reo”, y proporcionalidad de las penas.

Además, representa un gran incentivo para que las mujeres denuncien a su supuesto agresor, real o ficticio, y con las ayudas públicas que propone se está motivando que prefieran instalarse en el victimismo sistemático en vez de esforzarse por mejorar su situación laboral o personal y aumentar su verdadera independencia.

 

Del libro «La mejor defensa es un buen ataque de risa», de Rafael Gonzalo (2011)