MUCHOS ESCRITORES HAN TENIDO VIDAS AMOROSAS TORMENTOSAS Y DESTRUCTIVAS, Y MUCHAS VECES SU OBRA SE HA CONVERTIDO EN UN VEHÍCULO PARA ESCAPAR DE ELLAS.
En un plano abstracto, todos se enamoran fácilmente del fantasma que deja atrás la obra de un autor. Nos seduce la idea de volvernos ficción y habitar una gran novela. Pero la realidad es otra, los escritores difícilmente son esos seres que se muestran apasionados por la vida y, cuando lo son, lo son demasiado. O se encierran o se vuelven una explosión de ego, autoritarios y egoístas, infantiles, cobardes. Y sin embargo son fascinantes, capaces de hacer orbitar todo a su alrededor. Estas son apenas algunas pinceladas de la tormentosa vida amorosa de algunos de ellos.
Lord Byron
George Gordon, sexto Barón de Byron, fue el romántico por excelencia. En una vida plagada de deshonra, apenas el primer paso fue perder la virginidad a los 9 años con Mary Gray, su joven institutriz escocesa y devota calvinista. Después de múltiples relaciones con hombres y mujeres, tuvo un largo e incestuoso romance con su media hermana (durante el cual tuvo un matrimonio fallido con Anna Isabella Milbanke), del que nació una niña. Más tarde, tuvo un affair con Claire Clairmont, hermana de Mary Shelley (quien escribió Frankenstein inspirada en la personalidad de Byron), del cual resultó otro hijo al cual nunca reconoció. Nobles, plebeyas y prostitutas, Byron fanfarroneaba haber estado con más de 250 mujeres.
Charles Dickens
Se dice de Dickens que era virgen cuando desposó a Catherine Hogarth, a los 24 años. Sin embargo, casi inmediatamente se obsesionó con su hermana menor, Mary (quien probablemente inspiró a la trágica y beatífica Little Nell en “La Tienda de Antigüedades”), la cual murió poco tiempo después. Su muerte dejó a Dickens devastado y Catherine tuvo que librar una batalla imposible con el fantasma de su hermana. Después de 20 años de matrimonio y 10 hijos, Dickens conoció a una joven actriz llamada Nelly Ternan, a la cual tomó en secreto como amante, y por la que finalmente, contra las buenas costumbres victorianas, dejó a su esposa.
William S. Burroughs
Burroughs ya consumía drogas intensamente cuando conoció a una joven madre soltera llamada Joan Vollmer, quien también era una adicta. Su amor sobrevivió su arresto domiciliario y su internamiento psiquiátrico, pero entonces, mientras se encontraban en México escapando de la policía, justo en el segundo piso de la calle de Monterrey 122, Burroughs le metió accidentalmente una bala en la frente a Joan mientras practicaban su rutina de “Guillermo Tell”, completamente drogados. Tuvo que mentir, dijo creer que el arma estaba descargada. La muerte de Joan lo atormentó de por vida. “No me habría convertido en escritor si no fuera por la muerte de Joan […] la muerte de Joan me puso en contacto con el invasor, el Horrible Espíritu[…], no tuve más opción que arrastrarme fuera de ahí escribiendo”.
Anaïs Nin
Nin decía haber renacido en su terapia con Otto Rank, el cual cortó con Freud por su incapacidad para apreciar el poder de la sexualidad femenina. Fue amiga y en muchos casos amante de muchos escritores, entre ellos Henry Miller, John Steinbeck, Antonin Artaud, Edmund Wilson, Gore Vidal, James Agee, James Leo Herlihy y Lawrence Durrell. A pesar de estar casada, era abiertamente bisexual y llevó una apasionada relación con Henry Miller y su esposa June, de la que estuvo largo tiempo enamorada, al punto de decir “Me he convertido en June”. En su segundo diario, describe haber tenido una relación incestuosa con su padre.
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir
Cuando se conocieron en 1929, ella tenía 21 años, él 24. Se trataron de usted durante 50 años de relación y nunca vivieron juntos. Ambos aceptaban los romances del otro e incluso llegaron a tener durante algún tiempo un trío con Olga Kosakiewicz, alumna de Sartre, quien años después se casó con Jacques – Henri Bost, amante de Beauvoir. Wanda, hermana de Olga y amante de Sartre, tuvo después un romance con Camus. Todos se metían con todos, muchas fueron las amantes compartidas. La relación no fue fácil, Sartre era adicto al alcohol, a las drogas y a las mujeres. Aunque fueron estandarte de la liberación sexual y el “amor libre”, al final Beauvoir se sintió traicionada, pues Sarte eligió a Arlette (quien fue su amante y a la que posteriormente adoptó como su hija) como su única heredera. Sartre y Beauvoir, el amor necesario que sólo se pudo vivir a través de los amores contingentes.
H.G. Wells
El escritor de La Guerra de los Mundos era un prominente intelectual al que le gustaba retar los convencionalismos de la moral sexual. Se casó con una de sus estudiantes y sostuvo una larga serie de amoríos con su consentimiento. Su romance con la escritora Rebecca West resultó especialmente tempestuoso. La embarazó cuando tenía 19 años, pero se negó a dejar a su esposa por ella.
Umberto Eco escribió en 2005 este artículo acerca del tipo de alma presente en el embrión, según la visión de Santo Tomás de Aquino, «Embriones, a las puertas del paraíso». No hace falta decir que mantiene toda su vigencia:
Recientemente, el politólogo y editorialista del diario Il Corriere della Sera, Giovanni Sartori, ha intervenido en términos filosóficos en la cuestión de los embriones y del inicio de la vida, citando ampliamente la posición denominada «creacionista» de Santo Tomás de Aquino.
Se trata de una posición que algunos autores laicos ya habíamos recordado (yo, por ejemplo, hablé al respecto en una columna mía de septiembre de 2000), pero que curiosamente nunca ha sido retomada en los ambientes fundamentalistas católicos.
La posición de Tomás (que en el curso de los siglos la Iglesia nunca ha negado expresamente, mientras que sí ha condenado la posición opuesta de Tertuliano) es la siguiente: los vegetales tienen un alma vegetativa, que en los animales es absorbida por el alma sensitiva, mientras que en los seres humanos estas dos funciones son absorbidas por el alma racional, que es la que hace que el hombre esté dotado de inteligencia y lo constituye en persona como «sustancia individual de una naturaleza racional».
Tomás tiene una visión muy biológica de la formación del feto: Dios introduce el alma solo cuando el feto adquiere, gradualmente, primero el alma vegetativa y, a continuación, el alma sensitiva. Solo entonces, en un cuerpo ya formado, se crea el alma racional (Suma teológica, I, 90). El embrión tiene solo alma sensitiva (Suma teológica, I, 72, 3 y I, 118, 2).
En la Suma contra los gentiles (II, 89) se dice que la generación es un proceso gradual, «a causa de las formas intermedias de las que el feto está dotado desde el principio hasta su forma final».
Y por eso, en el Suplemento a la Suma teológica (80, 4), se lee esta afirmación que hoy suena revolucionaria: «Tras el Juicio Universal, cuando los cuerpos de los muertos resuciten para que nuestra carne participe de la gloria celestial (momento en que ya, también según San Agustín, volverán a vivir en la plenitud de una belleza y una integridad adulta no solo los que nacieron muertos sino también, en forma humanamente perfecta, los engendros de la naturaleza, los mutilados, los concebidos sin brazos o sin ojos), pues bien, en esa «resurrección de la carne» no participarán los embriones, al no habérseles infundido todavía el alma racional y, por lo tanto, no ser «seres humanos».
Se puede decir que la Iglesia, a menudo de forma lenta y subterránea, ha cambiado tantas posiciones en el curso de su historia que podría haber cambiado también esta. Ahora bien, lo singular es que aquí estamos ante una tácita desautorización no de una autoridad cualquiera, sino de la Autoridad por excelencia, de la columna maestra de la teología católica.
Las reflexiones que nacen al respecto llevan a conclusiones curiosas. Sabemos que durante mucho tiempo la misma Iglesia Católica se ha resistido a la teoría de la evolución, no tanto porque parecía estar en contraste con el relato bíblico de los siete días de la creación (sobre esto ya estaban de acuerdo los comentaristas antiguos: la Biblia habla mediante metáforas y expresiones poéticas, y siete días podrían incluso querer decir siete millones de años), sino porque anulaba el salto radical, la diferencia milagrosa entre formas de vida prehumanas y la aparición del Hombre, porque anulaba la diferencia entre un mono, que es animal, y un hombre que ha recibido un alma racional.
Paulatinamente, la Iglesia no digo que ha sostenido pero sí admitido el darwinismo con tal de que se reconociera que, en la continuidad de la cadena de la vida desde el primer organismo unicelular hasta Adán, se introducía una rotura, el momento en que a un ser vivo se le otorga un alma inmortal. Solo los fundamentalistas protestantes han seguido teniéndole horror a la hipótesis evolucionista (y algún que otro incalificable asesor de nuestro Ministerio de Educación, vista la propuesta de cancelar el darwinismo de los programas escolares).
Está claro que la batalla ciertamente neofundamentalista sobre la pretendida defensa de la vida, por la que el embrión es ya ser humano en cuanto que en el futuro podría llegar a serlo, parece llevar a los creyentes más rigurosos a la misma frontera de los antiguos materialistas evolucionistas de antaño: no hay una fractura (la que define Santo Tomás) en el curso de la evolución de los vegetales a los animales y a los hombres, la vida tiene toda el mismo valor.
Y, efectivamente, Giovanni Sartori, en su polémica, se pregunta si no se estará generando una cierta confusión entre la defensa de la vida y la defensa de la vida humana, porque defender a toda costa la vida en todos los ámbitos y con cualquier forma con la que se manifieste llevaría a definir como homicidio no solo derramar el propio semen con finalidades no procreativas, sino también comer pollos y matar mosquitos, por no hablar del respeto debido a los vegetales. Conclusión: las actuales posiciones neofundamentalistas católicas no solo tienen un origen protestante (que sería lo de menos) sino que llevan a reducir el cristianismo a posiciones a la vez materialistas y panteístas, y a esas formas de «panpsiquismo» oriental por las que ciertos gurús viajan con una gasa en la boca para no matar a microorganismos al respirar.
No estoy emitiendo juicios de valor sobre una cuestión sin duda muy delicada. Estoy anotando una curiosidad histórico-cultural, una curiosa inversión de posiciones. Debe de ser la influencia del New Age.
Umberto Eco, escritor y semiólogo italiano, es autor de las novelas El Nombre de la Rosa, El Péndulo de Foucault, Baudolino; ha publicado en este año La misteriosa llama de la reina Loana. Traduccion de Helena Lozano Miralles.
La activista social y periodista Esther Vivas recorre el Estado español durante los últimos meses presentando Sin miedo (Ed. Icaria), libro que ha publicado junto a Teresa Forcades. Pero no deja de participar en los movimientos sociales. Combina activismo y periodismo: sus artículos pueden seguirse en el blog Se cuecen habas, en el periódico digital Publico.es.
Esther Vivas es conocida, sobre todo, por los trabajos e investigaciones en torno a la soberanía alimentaria, los intereses de la agroindustria y el negocio de las grandes superficies y cadenas de distribución (recientemente ha escrito artículos sobre la cara negra de Coca-Cola o Mercadona). En este apartado, ha coordinado los libros Del campo al plato y Supermercados, no gracias. Desde su praxis en los movimientos sociales, y en colaboración con Josep Maria Antentas, ha publicado Planeta indignado. La activista se ha acercado recientemente a Valencia con el fin de participar en una jornada organizada por Ingeniería Sin Fronteras titulada ¿Quién decide lo que comemos?
-En síntesis, ¿qué explicas en las conferencias sobre “Quién decide lo que comemos”?
Hay un puñado de empresas de la agroindustria que monopolizan el mercado de la producción, transformación y distribución de alimentos. Me refiero a empresas como Monsanto, Cargill, Dupont, Kraft, Nestlé, Mercadona, Eroski o El Corte Inglés. Está claro que si nuestra alimentación está en sus manos, no tenemos la seguridad alimentaria garantizada. El objetivo de estas empresas es hacer negocio y ganar dinero con los alimentos. Un ejemplo. Según la FAO, en los últimos 100 años hemos visto la desaparición del 75% de la diversidad agrícola y alimentaria en el planeta. ¿A qué se debe esto? A que unas pocas empresas han priorizado una serie de variedades agrícolas y alimentarias, por el hecho de que se adaptan a sus intereses particulares. Variedades de alimentos que recorren grandes distancias, con buen aspecto para que puedan comercializarse en un supermercado, y en los que no se priorizan elementos como el sabor. Si los alimentos se corresponden con variedades autóctonas, es muy posible que no cuenten para el mercado. En definitiva, son grandes empresas que promueven aquello que les da rentabilidad económica.
-¿Cuál es la situación del campesinado en el Estado español y en el conjunto de la Unión Europea?
El trabajo campesino en el Estado español es una práctica en extinción. Entre el 4 y el 5% de la población activa se dedica a laborar en el campo. Esto se debe a que, hoy en día, la práctica campesina tiene muchas dificultades para sobrevivir en un mundo que se diseña al servicio de la agroindustria. En Europa la tendencia es parecida. Por ejemplo, la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea no apoya al campesino sino a los empresarios de la agroindustria, supermercados y grandes terratenientes. De hecho, hay una élite hipersubvencionada con la PAC. El 16% de los receptores de las ayudas de la PAC obtienen el 75% de las ayudas, mientras que el 84% restante percibe el 25% que queda. Entre las principales empresas beneficiarias, según Veterinarios Sin Fronteras, destacan Campofrío, Pastas Gallo, Nutrexpa, Leche Pascual, Mercadona o Lidl. Por otra parte, escala global está produciéndose una ofensiva muy importante contra el pequeño campesinado y las poblaciones indígenas, que en muchos casos practican la agricultura de subsistencia.
-Otra cuestión relacionada, y que no siempre alcanza al gran público, es el control de las semillas transgéncias.
La agricultura transgénica importa a diferentes niveles. Primero, por su impacto social. Esto implica la privatización de las semillas, que quedan en manos de grandes empresas que las comercializan. Me refiero principalmente a Monsanto, pero también a Syngenta, Pioneer, Dupont o Cargill. Se acaba, por tanto, con la capacidad de los campesinos para producir e intercambiar semillas. Podemos hablar asimismo de un impacto medioambiental y de la desaparición de variedades. A fin de cuentas, la coexistencia entre la agricultura transgénica y la tradicional es imposible. Mediante el aire y la polinización, la agricultura transgénica contamina los otros campos. Además, acaba con las variedades locales y promueve las semillas transgénicas o híbridos, que las grandes empresas comercializan. También, hay un impacto sobre nuestra salud, como han señalado distintos informes críticos como el de Seralini. Greenpeace dice que no hay informes independientes que garanticen que los transgénicos no resultan nocivos para la salud humana, ya que los informes existentes están financiados por empresas con intereses en el sector.
-En uno de tus artículos has trazado la dicotomía entre “obesos” y “famélicos”. ¿A qué te refieres?
Uno de los ejemplos más claros de que este sistema agrícola y alimentario no funciona, y de que está enfermo, es la cuestión del hambre en un mundo de comida en abundancia. Vemos actualmente que se producen más alimentos que en cualquier otro periodo de la historia. Según Jean Ziegler, antiguo relator de Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, actualmente se producen en el mundo alimentos para 12.000 millones de personas (en el planeta viven 7.000). Por lo tanto, habría alimentos suficientes para toda la población y para garantizar la soberanía alimentaria. Pero, en cambio, una de cada siete personas pasa hambre. Esta es la gran aberración del hambre en un mundo de abundancia. No falta comida sino que “sobra”. Ahora bien, el hambre no es sólo patrimonio de los países del Sur, sino que en el presente también golpea a nuestra puerta. Según datos del Síndic de Greuges, en Cataluña hay 50.000 niños y niñas que padecen malnutrición, lo que significa que no ingieren los suficientes nutrientes para desarrollar su actividad diaria. Hay, aquí, una espiral que vincula paro, pobreza, desahucios y hambre.
-¿A qué razones obedece el hambre en el mundo?
A razones políticas. Se nos quiere hacer creer que el hambre en el planeta es consecuencia de factores como guerras o sequías. Sin embargo, el hambre tiene causas políticas, que tienen que ver con quién controla las políticas agrícolas y alimentarias y quién controla los recursos naturales (tierra, agua y semillas). El hambre en el Sur es fruto del expolio de los recursos naturales que durante décadas se ha llevado a cabo en estos países por parte de empresas multinacionales extranjeras. Hemos visto cómo las instituciones internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio), mediante sus políticas, han apoyado este modelo de agricultura industrial en manos de unas pocas empresas. Se ha fomentado el hambre mediante el comercio desigual y facilitando la entrada de productos del Norte subvencionados, de grandes multinacionales, en los países del Sur. Estos productos se venden por debajo de su precio de coste, y acaban así con la producción local autóctona (países como Haití, que en los años 70 del siglo XX producía suficiente arroz para dar de comer a toda su población, mediante las políticas citadas se ha convertido hoy en uno de los principales compradores de arroz de las multinacionales estadounidenses).
-¿Ha cambiado algo con la crisis?
Hemos visto cómo los mismos que en su momento especularon con las “subprime” (fondos de pensiones, fondos de inversión, compañías aseguradoras, entre otros), una vez estalla la “burbuja” inmobiliaria redimensionaron esas inversiones a la compra de alimentos y entran en los mercados de futuros para especular con productos como el arroz, el trigo o la soja. Esto genera una escalada de los precios de muchos alimentos básicos para la población, especialmente en los países del Sur. Podemos decir que se ha pasado de una “burbuja” inmobiliaria a una “burbuja” alimentaria. Además, en los últimos tiempos, como consecuencia de la crisis económica, alimentaria y energética, se ha dado un incremento de la privatización de tierras (mediante la compra o el alquiler) en los países del Sur. En el Congo, el 48% del territorio agrícola se encuentra en manos de inversores extranjeros. En Etiopía, uno de los países más afectados por el hambre, el gobierno ofreció 3 millones de hectáreas de tierra cultivable a inversores de India, China y Arabia Saudí.
-En la vida cotidiana de un ciudadano común del Estado español, ¿quién tiene el control sobre los productos que acaban en la mesa?
Empresas como Mercadona, Carrefour, Alcampo o El Corte Inglés son responsables de este modelo agroalimentario que no funciona. Porque pagan unos precios de miseria al productor, precarizan los derechos laborales y nos venden unos alimentos de muy baja calidad con efectos negativos para nuestra salud. En el Estado español, el 75% de la distribución de alimentos está en manos de 5 supermercados y 2 centrales de compra (consorcios de supermercados), que tienen un control muy importante sobre aquello que comemos.
-Pero se dice que los productos adquiridos en los supermercados resultan más baratos.
Esto no es cierto, porque tienen unos costes ocultos. Por un lado, son productos que se fabrican explotando las condiciones laborales de los trabajadores (Inditex con Zara es un claro ejemplo; la ropa “low cost” con derechos laborales “low cost”, que explota a trabajadoras en Bangladesh con consecuencias dramáticas, como la fábrica que se derrumbó en este país y mató a varias de sus empleadas). Además, se trata en general de alimentos “kilométricos” con un impacto ambiental muy claro (emisión de gases de efecto invernadero y cambio climático). Según datos del centro de investigación GRAIN, el 55% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial son consecuencia del actual modelo de producción, distribución y consumo. Así pues, pensamos que compramos barato, pero ¿quién paga los efectos sobre el cambio climático de aquello que comemos? Se trata, además, de alimentos de mala calidad, elaborados con altas dosis de pesticidas, aditivos y potenciadores del sabor, lo que tiene consecuencias en nuestra salud. En los últimos años, enfermedades como la hiperactividad infantil, las alergias, intolerancias alimentarias o la obesidad han aumentado. Esto implica también un coste para la salud pública.
-Por último, ¿hay alternativas?
Pienso que frente a este modelo agroalimentario sí hay alternativas. Podemos apostar por el mercado local, adquirir alimentos de temporada, comprar directamente a campesinos, formar parte de grupos o cooperativas de consumo ecológico, que en los últimos años se han multiplicado en todo el Estado. También podemos participar en proyectos de huertos urbanos. Y más allá de estas experiencias, es necesario plantear cambios políticos. Si queremos comer bien es imprescindible que se prohíban los transgénicos, una reforma agraria según el principio de “la tierra para quien la trabaja”; comedores ecológicos en centros públicos, etcétera. Y tener en cuenta que, detrás de empresas multinacionales, como Coca-Cola, McDonald´s, Campofrío, Nestlé, entre otras, se esconden practicas de explotación laboral, contaminación ambiental y un modelo de consumo de mala calidad e insostenible.
Alguna vez te has preguntado, ¿qué escritor(a) oescritores(as) nacieron tu mismo día? Hemos realizado una búsqueda día por día del año, tratando de ubicar a grandes escritores de laliteratura universal. Entre otros, hemos puesto en la lista el día de nacimiento de todos los Premios Nobel de Literatura. Ahora solo queda que cada cual busque su fecha.
Escritores nacidos en enero
1 – J.D. Salinger, E.M. Forster
2 – Isaac Asimov
3 – J.R.R. Tolkien
4 – Jacob Grimm, Gao Xingjian (Premio Nobel 2000)
5 – Rudolf Christoph Eucken (Premio Nobel 1908), Umberto Eco
6 – Osvaldo Soriano
7- William Peter Blatty
8 – Juan Marsé
9 – Giovanni Papini, Simone de Beauvoir
10 – Vicente Huidobro
11 – Eduardo Mendoza
12 – Haruki Murakami, Charles Perrault, Jack London
11 – Aleksandr Solzhenitsyn (Premio Nobel 1970), Naguib Mahfuz (Premio Nobel 1988)
12 – Gustave Flaubert, OG Mandino
13 – Heinrich Heine, Ángel Ganivet
14 – Amy Hempel, Shirley Jackson
15 – Edna O’Brien
16 – Jane Austen, Philip K. Dick, José Saramago (Premio Nobel 1998), Rafael Alberti
17 – Penelope Fitzgerald, José Balza
18 – Hector Hugh Munro, Michel Tournier
19 – José Lezama Lima, Paolo Giordano
20 – Eugenia Ginzburg, Gonzalo Rojas
21 – Heinrich Böll (Premio Nobel 1972), Augusto Monterroso
22 – James Burke, Filippo Tommaso Marinetti
23 – Juan Ramón Jiménez (premio Nobel 1956), Giuseppe Tomasi di Lampedusa
24 – Stephenie Meyer
25 – Quentin Crisp, Rebecca West
26 – Alejo Carpentier, Henry Miller
27 – Carl Zuckmayer, Pietro Zorutti
28 – Manuel Puig
29 – Francisco Nieva, José Aguerre
30 – Rudyard Kipling (Premio Nobel 1907)
31 – Horacio Quiroga, Junot Díaz
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